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Mostrando las entradas de junio, 2020

Memento mori, Valentina Patarroyo

Cuento  Autora: Valentina Patarroyo Memento mori Las llantas del bus avanzan lento, con cautela, sin afán; dentro de él hay pocos pasajeros, están cansados, fatigados, desmotivados y un silencio ensordecedor los gobierna con supremacía.  Mira a través del vidrio, la cuidad es una jungla de concreto, inamovible en su perfección va encendiendo pequeñas luces amarillas, miles de ellas; y entonces allí están, su amada que tendida en brazos deja derramar de su pecho perforado pequeños lagos de sangre que buscan fervientemente tocar el asfalto mojado, siente gran incapacidad de expresar alguna palabra pero sus sutiles suspiros emiten un particular olor a miel; lo observa a él, quien empieza a derramar un manantial de lagrimones por su rostro, que terminarían empapando sus cuerpos de suplicio, de dolor.  Con fuertes gemidos le suplica a la muerte que se aleje, que se marche de una vez por todas, y su amada, con tranquilidad inefable cierra sin afán sus ojos, entonces aq

La vida es sueño (Fragmento), Pedro Calderón de la Barca

Pedro Calderón de la Barca Es verdad, pues: reprimamos esta fiera condición, esta furia, esta ambición, por si alguna vez soñamos. Y sí haremos, pues estamos en mundo tan singular, que el vivir sólo es soñar; y la experiencia me enseña, que el hombre que vive, sueña lo que es, hasta despertar. Sueña el rey que es rey, y vive con este engaño mandando, disponiendo y gobernando; y este aplauso, que recibe prestado, en el viento escribe y en cenizas le convierte la muerte (¡desdicha fuerte!): ¡que hay quien intente reinar viendo que ha de despertar en el sueño de la muerte! Sueña el rico en su riqueza, que más cuidados le ofrece; sueña el pobre que padece su miseria y su pobreza; sueña el que a medrar empieza, sueña el que afana y pretende, sueña el que agravia y ofende, y en el mundo, en conclusión, todos sueñan lo que son, aunque ninguno lo entiende. Yo sueño que estoy aquí, destas prisiones cargado; y soñé que en otro estado más lisonjero me vi. ¿Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qu

Oscuridad, Alejandro Cristancho

Poema  Autor: Alejandro Cristancho Oscuridad En la soledad del llanto,  Bajo la lluvia danzan los muertos  Y no cesa el fuego,  tampoco el odio  El escrutinio del destino,  Les da muerte sin ellos saberlo  Y en ese vaivén azaroso del tiempo,  El eco de los ausentes atormenta las almas,  Que alguna vez soñaron con la esperanza de la paz. -Alejandro Cristancho

Alma desnuda, Alfonsina Storni

Alfonsina Storni Soy un alma desnuda en estos versos, Alma desnuda que angustiada y sola Va dejando sus pétalos dispersos. Alma que puede ser una amapola, Que puede ser un lirio, una violeta, Un peñasco, una selva y una ola. Alma que como el viento vaga inquieta Y ruge cuando está sobre los mares, Y duerme dulcemente en una grieta. Alma que adora sobre sus altares, Dioses que no se bajan a cegarla; Alma que no conoce valladares. Alma que fuera fácil dominarla Con sólo un corazón que se partiera Para en su sangre cálida regarla. Alma que cuando está en la primavera Dice al invierno que demora: vuelve, Caiga tu nieve sobre la pradera. Alma que cuando nieva se disuelve En tristezas, clamando por las rosas con que la primavera nos envuelve. Alma que a ratos suelta mariposas A campo abierto, sin fijar distancia, Y les dice: libad sobre las cosas. Alma que ha de morir de una fragancia De un suspiro, de un verso en que se ruega, Sin perder, a poderlo, su elegancia. Alma que nada sabe y todo n

Violencia animal, Stiven Pico

Dibujo  Artista: Stiven Pico Violencia animal

Definición del amor, Francisco de Quevedo

Francisco de Quevedo Es hielo abrasador, es fuego helado, es herida que duele y no se siente, es un soñado bien, un mal presente, es un breve descanso muy cansado. Es un descuido que nos da cuidado, un cobarde con nombre de valiente, un andar solitario entre la gente, un amar solamente ser amado. Es una libertad encarcelada, que dura hasta el postrero paroxismo; enfermedad que crece si es curada. Éste es el niño Amor, éste es su abismo. ¿Mirad cuál amistad tendrá con nada el que en todo es contrario de sí mismo! Definición del amor, Francisco de Quevedo.

Convocatoria #2: Tolerancia

Convocatoria #2  Temática: Fotografía y Dibujo  Reglamento Para cada trabajo que se presente debe anexarse una reseña del autor. Sólo serán válidos los dibujos y fotografías, si se postula un trabajo de otra categoría no será tomado en cuenta (Pero no se preocupen, pronto habrán convocatorias para todas las demás) Los trabajos deben ser enviados al correo: juanestebanpatarroyo@gmail.com antes de la fecha límite: 26 de Julio .                                                                Premiación La convocatoria será gratuita y se premiará a la mejor fotografía y al mejor dibujo.

Violencia, Karen Uribe

Ensayo  Autor: Karen Uribe Violencia Es una palabra que marca cada maldito momento de la vida, invade los rincones más sutiles del cuerpo, transforma de alguna manera, es como la noche con un frío que quiebra al más fuerte, como un cáncer que se difunde en la sociedad, una asquerosa plaga que lastima hasta matar, y ahí, en medio de toda esa basura, estaba yo, tratando de entender como reparar lo irremediable, como frenar y darle cura al mal, pero es más grande que yo, se riega por el aire, no respeta sexo, horario, edad, cultura o geografía.  Es escurridiza y se presenta siempre con su mejor disfraz, se aprovecha de la inocencia y la debilidad, como la detesto, pero no consigo entenderla, es una dama de velo negro, sutil, que se esparce a lo largo de la historia y se diversifica cada vez más, tiene el poder de destruir el alma mas pura y repercutir generación tras generación.  Tan silenciosa que se mueve de un lado a otro, desangra a mi madre tierra, y se lleva como medalla las lapidas

Soneto V, Garcilaso de la Vega.

Garcilaso de la Vega. Escrito está en mi alma vuestro gesto, y cuanto yo escribir de vos deseo; vos sola lo escribisteis, yo lo leo tan solo, que aun de vos me guardo en esto. En esto estoy y estaré siempre puesto; que aunque no cabe en mí cuanto en vos veo, de tanto bien lo que no entiendo creo, tomando ya la fe por presupuesto. Yo no nací sino para quereros; mi alma os ha cortado a su medida; por hábito del alma mismo os quiero. Cuanto tengo confieso yo deberos; por vos nací, por vos tengo la vida, por vos he de morir, y por vos muero. Soneto V, Garcilaso de la Vega.

El perdón, Alejandro Cristancho

Microrelato  Autor: Alejandro Cristancho El perdón Estaba nervioso.  No pude dormir la noche anterior por pensar en este día. Me faltaba exactamente tres días para culminar el servicio militar. Lo tiene que hacer rápido, eso después se le olvida, al fin y al cabo, nadie llora por un guerrillero, me dijo el general Gutiérrez.  Mi alma pedía a gritos que corriera, que me escapara, pero pudo más el miedo en mi corazón. Así lo vamos a probar, a ver qué tan varón es, aquella frase que aún retumbaba en mi cabeza desde el día anterior. Allí, en el alba, sus ojos llorosos y con una profunda tristeza, suplicaban misericordia y yo, el verdugo de su alma, apuntaba el revólver calibre 32 directamente a su cabeza. Las manos me temblaban. Sudaba. Un sentimiento de melancolía recorrió todo mi cuerpo. ¡Sarmiento, dispare!  Las lágrimas me bajaban por los pómulos, cerré los ojos. Disparé. Ahora no sé cómo ni con qué cara pedirle perdón a dios.

A un olmo seco, Antonio Machado

Antonio Machado Al olmo viejo, hendido por el rayo y en su mitad podrido, con las lluvias de abril y el sol de mayo algunas hojas verdes le han salido. ¡El olmo centenario en la colina que lame el Duero! Un musgo amarillento le mancha la corteza blanquecina al tronco carcomido y polvoriento. No será, cual los álamos cantores que guardan el camino y la ribera, habitado de pardos ruiseñores. Ejército de hormigas en hilera va trepando por él, y en sus entrañas urden sus telas grises las arañas. Antes que te derribe, olmo del Duero, con su hacha el leñador, y el carpintero te convierta en melena de campana, lanza de carro o yugo de carreta; antes que rojo en el hogar, mañana, ardas de alguna mísera caseta, al borde de un camino; antes que te descuaje un torbellino y tronche el soplo de las sierras blancas; antes que el río hasta la mar te empuje por valles y barrancas, olmo, quiero anotar en mi cartera la gracia de tu rama verdecida. Mi corazón espera también, hacia la luz y hacia la vida,

Deshumanizada, Helena Sanchez

Pintura  Autora: Helena Sanchez

El niño de la noche, Miguel Hernández

Miguel Hernández Riéndose, burlándose con claridad del día, se hundió en la noche el niño que quise ser dos veces. No quise más la luz. ¿Para qué? No saldría más de aquellos silencios y aquellas lobregueces. Quise ser… ¿Para qué?… Quise llegar gozoso al centro de la esfera de todo lo que existe. Quise llevar la risa como lo más hermoso. He muerto sonriendo serenamente triste. Niño dos veces niño: tres veces venidero. Vuelve a rodar por ese mundo opaco del vientre. Atrás, amor. Atrás, niño, porque no quiero salir donde la luz su gran tristeza encuentre. Regreso al aire plástico que alentó mi inconsciencia. Vuelvo a rodar, consciente del sueño que me cubre. En una sensitiva sombra de transparencia, en un íntimo espacio rodar de octubre a octubre. Vientre: carne central de todo lo existente. Bóveda eternamente si azul, si roja, oscura. Noche final en cuya profundidad se siente la voz de las raíces y el soplo de la altura. Bajo tu piel avanzo, y es sangre la distancia. Mi cuerpo en una den

Desesperación, Felipe Patarroyo

Dibujo  Autor: Felipe Patarroyo

Orillas del Sar, Rosalía de Castro

Rosalía de Castro A través del follaje perenne Que oír deja rumores extraños, Y entre un mar de ondulante verdura, Amorosa mansión de los pájaros, Desde mis ventanas veo El templo que quise tanto. El templo que tanto quise… Pues no sé decir ya si le quiero, Que en el rudo vaivén que sin tregua Se agitan mis pensamientos, Dudo si el rencor adusto Vive unido al amor en mi pecho. Orillas del Sar, Rosalía de Castro.

¿De qué me hablas, viejo? - Harrison Camargo

Ilustración digital  Autor: Harrison Camargo

El viaje definitivo, Juan Ramón Jiménez

Juan Ramón Jimenez Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros cantando. Y se quedará mi huerto con su verde árbol, y con su pozo blanco. Todas las tardes el cielo será azul y plácido, y tocarán, como esta tarde están tocando, las campanas del campanario. Se morirán aquellos que me amaron y el pueblo se hará nuevo cada año; y lejos del bullicio distinto, sordo, raro del domingo cerrado, del coche de las cinco, de las siestas del baño, en el rincón secreto de mi huerto florido y encalado, mi espíritu de hoy errará, nostálgico… Y yo me iré, y seré otro, sin hogar, sin árbol verde, sin pozo blanco, sin cielo azul y plácido… Y se quedarán los pájaros cantando. El viaje definitivo, Juan Ramón Jiménez.

Desolación, Gabriela Mistral

La bruma espesa, eterna, para que olvide dónde me ha arrojado la mar en su ola de salmuera. La tierra a la que vine no tiene primavera: tiene su noche larga que cual madre me esconde. El viento hace a mi casa su ronda de sollozos y de alarido, y quiebra, como un cristal, mi grito. Y en la llanura blanca, de horizonte infinito, miro morir intensos ocasos dolorosos. ¿A quién podrá llamar la que hasta aquí ha venido si más lejos que ella sólo fueron los muertos? ¡Tan sólo ellos contemplan un mar callado y yerto crecer entre sus brazos y los brazos queridos! Los barcos cuyas velas blanquean en el puerto vienen de tierras donde no están los que no son míos; sus hombres de ojos claros no conocen mis ríos y traen frutos pálidos, sin la luz de mis huertos. Y la interrogación que sube a mi garganta al mirarlos pasar, me desciende, vencida: hablan extrañas lenguas y no la conmovida lengua que en tierras de oro mi pobre madre canta. Miro bajar la nieve como el polvo en la huesa; miro crecer la ni

Los heraldos negros, César Vallejo

César Vallejo Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé! Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos, la resaca de todo lo sufrido se empozara en el alma… ¡Yo no sé! Son pocos; pero son… Abren zanjas oscuras en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte. Serán tal vez los potros de bárbaros Atilas; o los heraldos negros que nos manda la Muerte. Son las caídas hondas de los Cristos del alma de alguna fe adorable que el Destino blasfema. Esos golpes sangrientos son las crepitaciones de algún pan que en la puerta del horno se nos quema. Y el hombre… Pobre… ¡pobre! Vuelve los ojos, como cuando por sobre el hombro nos llama una palmada; vuelve los ojos locos, y todo lo vivido se empoza, como charco de culpa, en la mirada. Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé! Los heraldos negros, César Vallejo.