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Huerta Escolar Yopo Güeta Suacha. Del aula de clase a la tierra, Jessica Huertas


Huerta Escolar Yopo Güeta Suacha: Del aula de clase a la tierra. Una experiencia educativa interdisciplinar, sustentable e intercultural.

Escrito por: Jessica Huertas


 
“Mucha gente pequeña
En lugares pequeños
Haciendo cosas pequeñas
Puede cambiar el mundo”
Eduardo Galeano, El libro de los abrazos

Introducción

Hoy en día, ante una humanidad cada vez más inmersa en las lógicas universales y globalizadas del sistema/mundo, con su carácter deshumanizador, individualizante y carente de todo tipo de vínculos de camaradería, de reciprocidad, de colectividad; los retos a los que se enfrentan y deben asumir con gran responsabilidad los maestros y maestras, son evidentemente abismales. 

Frente a este panorama, la escuela juega un papel trascendental en nuestras sociedades que depende notablemente de la relación que establezca con las comunidades, o, por el contrario, con el sistema dominante, competitivo y mercantil vigente. Así, “frente a la escuela configurada como discurso universal se contrapone la pluralidad de experiencias de las comunidades que en medio del conflicto apuestan por la construcción de escuelas hacia el conocimiento pluriversal independiente del nivel de formación que ésta abarque, de tal forma que, en contextos de guerra y ante los discursos hegemónicos y dominantes, irrumpen las voces más frágiles interpelando por la construcción de alternativas al desarrollo con sus prácticas del buen vivir y sus resistencias ancestrales y urbano- populares que logran descolonizar las teorías” (Daiute & Botero, 2016, p. 253).

A propósito de prácticas alternativas, en este escrito se pretende dar a conocer un proceso escolar que se constituyó en una escuela como una forma de lucha, de organización, de resistencia y de reconstrucción de vínculos comunitarios, pero también como espacio interdisciplinario de formación, de aprendizaje y de enseñanza educativa. 

La Huerta Escolar Yopo Güeta Suacha –en lengua muisca-, también conocida como la Casa de la Sabiduría del Varón del Sol, es un proyecto educativo que se viene desarrollando desde aproximadamente hace 10 años en el municipio de Suacha, más exactamente, en la institución Educativa San Mateo ubicada en la comuna 5. 

La huerta está debidamente organizada y dividida por zonas de acuerdo con las condiciones infraestructurales de la institución educativa. En la primera y segunda zona, el terreno está dispuesto para la siembra de hortalizas y verduras como tomate, acelga, lechuga, coliflor, espinaca, zanahoria, apio, cebolla, brócoli, repollo, entre otras. En la tercera zona, hay un espacio delimitado para plantas ornamentales como buganvilia, hiedra terrestre, malva común, diente de león, margaritas blancas, rosas blancas y rojas, las cuales sirven como guardería de abejas, y contiguo a este, hay un invernadero donde se cultivan y conservan las plántulas y se almacenan las herramientas y elementos requeridos en la huerta. En la cuarta zona, se encuentra una gran torre de almacenamiento de agua, y su estructura fue aprovechada para la construcción y adecuación de la Casa de Pensamiento: Titua -en lengua muisca-, lugar de reunión y ceremonia, donde se rescatan saberes ancestrales como el tejido y la cosmovisión de los pueblos indígenas. En la quinta zona, las plantas medicinales se apoderan del terreno. Hay abundancia de hierbabuena, romero, manzanilla, menta, caléndula, ortiga, lavanda, etc. También hay un espacio destinado para la lombricomposta y el cultivo de insectos. Y en el último rincón de la huerta, se encuentra una habitación en proceso de adaptación para la creación de un mariposario. 

Este proyecto, en principio, es liderado por la maestra de Ciencia Política, Dayhanna Fernanda Garzón Cantor, quién en su cátedra aborda temáticas como soberanía, territorio, nación, derechos, mecanismos de participación, teorías del poder, contrato social y conformación del Estado, entre otras. Justamente, en una de las sesiones de clase surgió la necesidad de aterrizar las teorías y los conocimientos abstractos en la vida cotidiana, entonces nació la idea de construir la huerta escolar comunitaria como espacio interdisciplinar de enseñanza- aprendizaje en el colegio.


“La huerta inicia en el 2010 curiosamente en la clase de ciencia política en donde estábamos hablando y discutiendo sobre el concepto de soberanía y territorio, y un niño dice <<profe, pero hablamos de territorio y en este colegio no somos dueños ni siquiera del colegio>>, y a mí eso me dejó pensando cómo uno enseña soberanía, pues comencemos desde lo básico: soberanía del cuerpo, y si a mi escuela la estoy percibiendo como territorio soberano pues démosle esa connotación. Entonces le planteé a los chicos en la clase que nos tomáramos ese espacio del colegio y lo transformamos porque era nuestro territorio, y así surgió la huerta. Convencimos al rector de que por favor nos pusiera una malla, nos pusiera un andén, que nos aislará porque allá los chicos guardaban los “moños”, jugaban canicas, bueno en fin… entonces comenzamos a sacar recebo y ¡que trabajo! Entre el año 2010 y 2011, sacamos unas 300 lonas de recebo, y adecuamos el terreno. Nuestro primer cultivo fue autodidacta porque yo no sabía cultivar, entonces echamos de todo y eso salió un revuelto, pero pues se cultivó.”
(Garzón, D. Comunicación personal, 16 de febrero de 2016).

El proyecto ha sido un proceso de construcción colectiva de conocimiento, en el cual ha participado toda la comunidad educativa -estudiantes, maestros, directivos y padres de familia-, aportando desde sus saberes, desde sus experiencias y desde sus quehaceres. “Esta mirada epistemológica, este modo de vivir y producir los saberes, invita al diálogo entre grandes epistemes desde la comunalidad de afinidades y las experiencias cotidianas fluidas” (Rivera, S., citado por Fischetti, 2016, p.27). 

A través de la recuperación y resignificación de los saberes ancestrales y la historia oral, se fue consolidando la huerta escolar comunitaria como espacio de transformación social, política y educativa, pese a las resistencias que suscitó por su carácter transgresor y disruptivo. La huerta escolar “aboga por la construcción de saberes comunitarios, de conocimientos colectivos. Se sabe por experiencia más que por la referencia” (Fischetti, 2016, p.3).

"Ya entonces entendí que la articulación de la tierra con la escuela es súper importante porque a través de este proceso se puede trabajar la memoria histórica, se produce conocimiento desde la propia experiencia. <<No profe, a usted como se le ocurre echar así esa arveja>>, <<la arveja me dice mi abuela que se debe cultivar de esta manera>>, <<profe, al tomate no le escoja las semillas>>, entonces yo decía eso es conocimiento. A veces creemos que el conocimiento viene en un cartón; sí, ayuda, pero dónde están los conocimientos de subsistencia. Entonces empezamos a trabajar todo lo que fue memoria ancestral y la huerta se fue levantando con los saberes de los abuelos y de las abuelas, de los padres de familia y de mis estudiantes de Ciencia Política
(Garzón, D. Comunicación personal, 14 de febrero de 2016).

Este proyecto fisuró el esquema de separar los conocimientos por disciplinas, mostrando las interconexiones y el carácter interdisciplinar de las mismas. La huerta se convirtió en un aula viva donde se articulan los saberes y prácticas de los distintos campos de formación de la escuela: Habilidades Comunicativas, Desarrollo del pensamiento, matemáticas y Ciencias Naturales, Desarrollo humano y Campo Biofísico. Asimismo, en alianza con la FAO y otras instituciones como el Jardín Botánico y la Universidad de los Andes, se logró la creación de semilleros de investigación y la capacitación de estudiantes y maestros en temas como gobernanza del agua, seguridad y soberanía alimentaria, plato saludable, desarrollo de conciencia medioambiental, pensamiento crítico y fomento de huertas, jardines y cultivos verticales. Este proyecto da cuenta de que “podemos liberarnos de la prisión mental de separación y exclusión, y ver el mundo en sus interrelaciones sin sus separaciones. Con esto, podemos crear nuevas alternativas”. (Shiva, 2012, p. 5) 

La huerta escolar enfatiza en la construcción de vínculos comunitarios dentro de la escuela y en la recuperación de prácticas basadas en la solidaridad, en el cuidado y en el desarrollo sostenible, entendiendo que todos los seres que coexisten en la tierra tienen el mismo valor e importancia, y que cada especie desde sus formas particulares de vida, enriquecen la diversidad biológica, cultural y social. La huerta fomenta el sentido de la responsabilidad, el compromiso y el respeto, al reconocer que nuestras acciones tienen incidencia en el bienestar personal, de los otros y del entorno. “un proyecto político, ecológico y feminista a la vez, que legitima la vida y la diversidad, y que quita legitimidad al conocimiento y la práctica de una cultura de la muerte que sirve de base a la acumulación de capital.” (Shiva, 2015, p.3)

“Yo si pienso en las micro-revoluciones, cultivos en las terrazas, cultivos verticales, volviendo al trueque, intercambio de bienes y servicios, es una forma. Porque tenemos que depender del valor del dinero para poder comer, eso es absurdo. Tener bases nutricionales a partir de la memoria histórica y ancestral; poder levantar a nuestros pueblos, a nuestros hijos con bases nutricionales y enseñar el uso de la tenencia de la tierra, eso es alfabetismo político.”
(Garzón, D. Comunicación personal, 16 de febrero de 2016).

La huerta involucra la vida misma y se configura como escenario que posibilita la reflexión y problematización de las realidades de los sujetos escolares, presentando alternativas que respondan a sus necesidades particulares y permitan mejorar su calidad de vida. En términos de Shiva, (2015) “es la vida diaria y las decisiones y libertades relacionados con la vida diaria: el alimento que comemos, la ropa que usamos, el agua que bebemos.”

Bibliografía
  •    Botero, P. (2016). Descolonizando la escuela: narrativas de escuelas insurrectas y subalternas como otras prácticas de socialización. En Socialización escolar. Procesos, experiencias y trayectos. Quito, Ecuador: Editorial Universitaria Abya-Yala. CLACSO. (pp. 245- 268)
  •       Garzón, D. Comunicación personal, 29 de febrero de 2020.
  •     Fischetti, N. (2016). Al ritmo del tambor: una entrada a la epistemología feminista latinoamericana. Solar | Año 12, Volumen 12, Número 1, Lima, pp.19-33. 
  •   Shiva, V. (2012). La mirada del ecofeminismo (tres textos). Polis Revista Latinoamericana. Recuperado de http://journals.openedition.org/polis/7270

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